jueves, 4 de septiembre de 2008

LOS ILUSOS

El señor sacó del bolsillo el que debía ser su segundo caliqueño de la jornada, le mordió la punta, la escupió en la taza del chocolate, encendió el apestoso cigarro, y ahumó a la cara de Paco:
-Tiene su mandanga, vivir de la fantasía.
Conciliador, Paco trató de bromear:
-Hombre, vivir, sí… Pero mal.
-Ya. El hambre. Y eso, ¿qué mérito tiene? El que pasa hambre es porque quiere. En lugar de dedicarse a los ruiseñores, dedíquese a las gallinas, le pongo por ejemplo de animal práctico y productivo, y venda sus huevos. O cómaselos, si no ha nacido para el comercio. ¿Cómo cree que yo he llegado a ser el dueño de este hostal?
La lógica de aquel hombre, envuelta en las tufaradas del caliqueño, estaban mareando a Paco; la cosa se agravó con el sorbo de licor de hierbas que se tomó antes de intentar acertar:
-¿Con las gallinas?
-Trabajando.


Libros recomendados: "los ilusos" y "pobre, paralítico y muerto" (Rafael Azcona. ediciones viento)